"Influye el modo como tenemos colocadas las colecciones [en los museos]. En occidente los cuadros están todos visibles en las paredes, las porcelanas ostentosamente presentadas en sus vitrinas o repisas. Para un japonés esto sería el colmo de la vulgaridad. Además no tienen sitio. En la habitación hay una sola pintura, y un solo arreglo floral en una única cerámica; el resto está oculto y hay que irlo sacando trabajosamente pieza a pieza, guardando las anteriormente vistas. Nosotros colgamos un cuadro en la pared, ahí queda para siempre. Para un japonés refinado esto és un desatino. La obra de arte no tiene significado intrínseco, sino en un complejo mundo de relaciones. Está expuesta por algo y para algo. El "kakemono" (pintura adherida a un soporte enrollable), guarda en un armario con cajoncillos individuales, como los que había antes para los rollos de las pianolas. Se saca sólo uno, adecuado para el día, de acuerdo con la naturaleza del visitante, estado de ánimo del dueño, época del año, etc. El arreglo floral estilizado (Ikebana) debe guardar relación con todas estas cosas, y con la pintura a que acompaña, muebles, etc."
Estaba re-leyendo un libro viejo sobre Mishima y me encontré con esto. El libro en cuestión se llama Mishima o el Placer de Morir y lo escribe un profesor de psicología español llamado Juan Antonio Vallejo-Nágera (en caso de que a alguien le importe: el libro es muy interesante para cualquiera que tenga algún interés en la cultura japonesa y se conseguía hace un tiempo en la librerías de saldos de la Calle Corrientes por muy poca plata).
Me llamó la atención esto del "colmo de la vulgaridad". No es la idea decir si la manera japonesa es mejor que la occidental, porque simplemente somos dos culturas distintas. Estamos hablando de un pueblo que encuentra más atractivo mirar el reflejo de la Luna en el agua, más que a la Luna misma. En su favor, digamos también que saben apreciar mucho más la contemplación de ese reflejo que nosotros a La Luna real. Diferencias culturales aparte, lo que quería decir es: es muy importante que haya un esfuerzo, aunque sea simbólico, en el acceso a la obra de arte.
Hace unos años cuando alguien veía, por poner un ejemplo, una película, sabía que era muy difícil que tuviera oportunidad de volverla a ver. Hablamos del tiempo en el que no había video, y mucho menos DVD. Uno volvía a ver una película, si con suerte, la encontraba en uno de esos cines privados que hacían funciones pequeñas. Y aún así, no era mucho lo que se volvía a ver. Hoy hay DVD's.
Ni hablar de la música. El formato del disco (de pasta o vinilo) es mucho más viejo, y para encontrar una situación similar a esta que se daba con el cine habría que retroceder casi hasta el siglo pasado.
Hace algún tiempo que tenemos CD's, miramos películas en DVD, ni siquiera tenemos que salir de casa para ir a los museos a ver pinturas o esculturas, tenemos los libros de reproducciones de Taschen, o podemos incluso comprar láminas con reproducciones y armarnos nuestro propio museo, tener cuadros de, por ejemplo Klimt, en el living de nuestra casa. Podemos ver y disfrutar de la obra de arte en el momento en que se nos sintamos de ánimo. Podemos volver a hacerlo cuando terminemos, o podemos no tener ganas de terminar para volver sobre un fragmento (una canción en un CD, una escena en una película).
Ni siquiera porque para todo eso incluso había que hacer un esfuerzo (mínimo, pero esfuerzo al fin) de desembolsar una determinada cantidad de dinero previamente.
Pero ahora no: bajamos música de internet, bajamos películas de internet, bajamos fotografías, fotografías de cuadros e instalaciones de internet. Se me dirá: Bueno, pero todo eso no es lo mismo. No. Quizá no, la pregunta es: si teniendo la oportunidad de bajar un disco de internet, la gente lo va a ir a comprar? Quizá alguno en especial sí. Pero definitivamente no todos.
No es mi idea, ni estoy capacitado para intentar predecir la manera en la que esto que va a cambiar la apreciación de la obra de arte de cara al futuro cercano. Seguro ya hay gente más capacitada ocupándose de de eso.
Les voy a dar la razón a los japoneses en algo: quizá si se trate de vulgaridad, después de todo. |