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domingo, mayo 16, 2004
BN_RRPP. El Arte del Levante 
De un tiempo a esta parte me he llegado a interesar mucho por esos protocolos usados a la hora de conocer gente en ámbitos como pueden llegar ser los boliches, que, de alguna manera están pensados para eso. Seas hombre o mujer, ese es un tema complejo y sumamente difícil, posiblemente imposible, de objetivar. Quiero decir, no es que esto funcione como una calculadora, no? Pero, aún así, el hecho es que siempre yendo desde lo general hacia lo particular, sí creo que se puede hablar de similitudes que se trasladen de una persona a otras. Ultimamente he tenido oportunidad de conocer y conversar con algunos extranjeros, que es algo que no me había pasado antes. Al parecer, hay una cosa que sorprende al extranjero cuando se establece acá (dos en realidad, pero la otra va quedar en el tintero por ahora): Lo extraña que es en Argentina la mecánica del levante, comparándola con otros lugares. Es algo extraño, y por supuesto, algo que uno vive como natural, pero tal parece que no lo és.
Hablando con Jon, un muchacho galés de 23 años que está actualmente residiendo en el porteño barrio de San Telmo (o Balvanera, depende de que guía de calles mire uno), decía al respecto, en castellano y con ese acento tan agradable que tiene: "Los argentinos no tienen vergüenza de nada. Acá si yo quiero conocer una chica en un club hablo con una tras otra, y alguna me a prestar atención, y en Gales, no es así para nada. Si yo voy a un club, me gusta una chica y le hablo, es seguro que me voy a ir de ahí con ella. De hecho, muchas veces son las mujeres que se acercan a hablar a los hombres. [...] Si viéramos a alguien que hace esto de hablar con chica, tras chica, tras chica, todos nos reiríamos de él, diríamos, 'mira, el está tan desperate'. [...] En Argentina hay chicas lindas, no sé si las más lindas del mundo porque chicas lindas hay en todas partes, pero el problema con las argentinas es que ellas son totalmente concientes de lo lindas que son". Cosa, esta, que los hombres nos encargamos de recordarles con cada uno de nuestros encares constantes.
Por otro lado, Melissa de Canadá, dice: "Los hombres acá son tan agresivos". Melissa es una chica rubia de 23 años que ha llegado a golpear a un hombre por acosarla en un boliche. Parece que cuando el tema se reduce al género femenino, es muchísimo más difícil para las mujeres extranjeras relacionarse con hombres argentinos. Jon dice: "Imagíno que si mi hermana que tiene 18 años viniera, estaría muy incómoda y tendría que estar preparada para decirles que no a los hombres todo el tiempo, es algo extenuante".
En esa misma conversación, Jon llegaba a esta conclusión: "Ahora entiendo...esto es como un juego, verdad?".
Una manera muy interesante de ponerlo. Digámoslo así, si es posible: en Argentina este juego del levante (viéndolo desde el punto de vista del hombre, por supuesto que sería bueno conocer con más profundidad la mirada femenina de este proceso) tiene diferentes niveles, cada nivel es superior en dificultad al anterior. Un primer nivel sería, si se quiere el acercamiento, bailar con una chica o un primer comentario, un chiste. Si todo va bien ahí, uno pasaría a un segundo nivel, aquel en el que hay que sostener una conversación, entretener a la mujer durante un lapso X de tiempo. Otra vez, si todo fuera bien acá, uno se enfrentaría al primer boss de este juego: intentar besarla. En este juego no hay múltiples vidas, cualquier paso en falso resultará en la muerte instantánea del participante. Después de esto, y dependiendo de la onda que uno haya pegado con la persona y del lugar en que uno esté uno podría tomar dos caminos: unos más sencillo y conservador, sacarle el teléfono a la chica. O jugarse el todo por el todo e ir contra el boss final: intentar llevarse a la chica del boliche a un lugar más íntimo. Son pocos los que logran pasar la final, muchos optan por la primera opción bilardista.
Fieles a nuestra política pluralista, intentaremos, dar un pantallazo de la otra mirada, la femenina, seguramente haciendo gala de la estupidez que nos caracteriza en estas cosas. El filósofo contemporáneo Cacho Castaña, que mucho sabe de éstas cosas, decía sobre el tema: "La que elige en último caso es la mujer. Si un hombre se le acerca a una mujer, es porque la mujer le hizo alguna seña o lo llamó de algún modo". Es muy raro que un hombre se acerque a alguna mujer sobre ninguna base, como si fuera un kamikaze. ¿Existen animales que hacen eso? Por supuesto, pero no estamos hablando del común de la gente.
En muchas oportunidades uno escucha a las mujeres decir: "Si se me acerca alguien que me gusta, mi primera reacción va a ser retroceder, porque nosotras las mujeres queremos que el hombre trabaje, que se esfuerce para lograr algo". Esto es algo sumamente contradictorio porque si ese no fuera el caso y la mujer en cuestión gustara de uno, su reacción sería exactamente la misma. Un punto de vista. Otro podría llegar a ser éste: "Los hombres creen que ellos son los que hacen todo el trabajo, que una sólo se para contra una columna y dice sí o no a cada cosa que intentan venderle mientras está ahí, pero no tienen idea de recibir los embates de un hombre tras otro. Quizá yo no busco nada ahí. Quizá yo solamente fuí al boliche a divertirme, a pasar un buen rato con mis amigas. Pero eso los hombres no lo entienden" dice mi amiga Romina.
Lo que a mí me sorprende en todo caso es la brecha abismal que existe entre hombres y mujeres. Tomando de nuevo como referencia a estos extranjeros que nombraba más arriba, en otras partes del mundo es más claro que es lo que va a buscar cada género cuando va a un boliche. Hombres y mujeres son más conscientes cada uno de qué es lo que va a buscar el otro cuando va al mismo lugar y eso simplifica en mucho las cosas. Acá no es así y uno se puede encontrar con cualquier cosa al momento de ir a un boliche, y ese momento es para mucha gente (sobre todo para muchos hombres) como ir a la guerra. Hay personas que se plantean estrategias y se organizan de una manera casi militar antes de entrar a cada uno de éstos lugares. Ayer hablaba con un taxista y él decía: "Yo no entiendo, en mi época uno iba bailar para conseguirse algo para el domingo. No te digo que siempre conseguías algo, pero bueno tampoco éramos tan exquisitos, no? [...] Yo a veces levanto chicas a la salida de uno de esos boliches que pasan esa música electrónica que te quema la cabeza y van hablando de que estaba Fulanito, que estaba este otro, pero nunca concretan nada, entendés?" Yo le contestaba: "Bueno, quizá no ahí, pero incluso ellas tienen que coger con alguien, no?". "No sé, yo no estoy tan seguro de que cojan con alguien". Una mirada algo anticuada, y un poco errónea creo. La hiteria de las mujeres argentinas es legendaria. Por suerte este tema se ha ido reduciendo bastante en los últimos años. Por suerte digo, porque por momentos los índices de histeria femenina alcanzaron niveles bastante preocupantes. El problema es que la mayoría de la gente confunde la histeria con la seducción, así que clarifiquemos que es cada cosa: si hablamos de histeria, hablamos de una mujer o de un hombre que no se hacen cargo de lo que generan en el sexo opuesto. Esa mujer que te franelea toda la noche, pero que al momento de concretar dice: "No, flaco, te re-confundiste". Eso es histeria y es un riesgo que uno corre siempre, pero no hay que confundir esto con las idas y vueltas que pudiera llegar a haber en todo el proceso del cortejo.
Hace un tiempo escuchaba que un antropólogo muy respetado había escrito un libro proponiendo un teoría mediante la cuál los hombres serían infieles por naturaleza. El tipo éste fundamentaba de una manera muy académica este planteo, decía que era así y tenía que ver con cuestiones evolutivas y que se repiten en casi todas las especies: La función del macho es fecundar la mayor cantidad de hembras que pueda, mientras que la misión que tiene la hembra es la de elegir al mejor macho posible entre todos los disponibles para que en esa fertilizalización la especie se mejore a sí misma y la próxima generación sea mejor que la anterior. Según esta persona, cuyo nombre no recuerdo, los tiempos que cada uno tarda en estar listo para aparearse otra vez también responden a esto. Por eso una mujer puede ser fertilizada sólo una vez por mes, mientras que al hombre le toma sólo entre 20 y 40 minutos el estar listo para poner su semillita otra vez. Quizá esto de que decíamos antes del encare constante responda un poco a eso, pero si fuera así sería raro que no sucediera lo mismo en otros países.
En todo caso, en estas charlas que he estado teniendo sobre el tema una cosa se hace más y más evidente: Lo poco y nada que sabemos en Argentina hombres y mujeres los unos de los otros. Siempre cuando estoy en una de estas conversaciones y algún hombre o alguna mujer hace alguna declaración del tipo: "Lo que nos pasa a nosotros/as es esto..." la reacción natural del sexo opuesto suele ser una expresión de estúpida sorpresa como si todo eso que se dice fuera algo nuevo, y uno no hubiera estado interactuando desde siempre con el otro sexo. Uno podría también obtener la impresión de que quizás el universo es enteramente distinto de un individuo a otro, incluso siendo del mismo género. Ahora, mientras en el programa de Mariano Grondona habla uno de los pastores (?) de la importada Iglesia Universal de Dios y debajo suyo se lee: SIGLO XXI: Un mundo sin valores, cerraremos este post citando una vez más la respuesta de ese Gurú de las relaciones humanas que es Cacho Castaña, cuando le preguntaban si hombres y mujeres eran iguales entre sí: "Es como el vino con soda, entendés? Puede tener más vino, puede tener más soda, pero al fin y al cabo no es más que vino con soda".
# posted by RexPOP @ domingo, mayo 16, 2004




















































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