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jueves, febrero 17, 2005
La Hoguera de las Vanidades (Parte 1) 
"Yes. We're getting closer. Can you feel it.
Can you see it? The heat. The brilliance.
Moving fast into the heart of it. Buzz. Buzz.
Can you feel the buzz? The city is pulling you in.
The city of light. The city of diabolical promise.
The city of answered prayers."

Tom Wolfe, La Hoguera de las Vanidades

La madrugada del 31 de diciembre yo tenía la alarma del radio-reloj puesta para las 4:00 am. Esto no me dejaba mucho margen para prepararme, si pensamos que se suponía que me pasaran a buscar a las 4:30. En todo caso, fue un amanecer extraño, cuando la radio se prendió (había quedado en la frecuencia de la Rock and Pop) apenas si se limitaba a recitar una lista larga, muy larga de nombres, tras los cuales se escuchaba un comentario del tipo: "... y ésta fue la lista de personas que están internadas en el Hospital Ramos Mejía, nos estamos yendo a un corte, cuando volvamos vamos a dar la del Hospital Piñeyro, la del Pirovano, y finalmente la lista de nombres de la morgue judicial". Mierda de forma de despertarse. ¿Qué pasó? Lo primero que yo pensé fue: tsunami. Entonces fuí fijarme si mi familia estaba en casa. Faltaba mi hermano. ¿Que mierda pasó? Había mensajes de oyentes del programa de radio que decían "Chicos, que bien que estén tratando de dar una mano con lo que pasó" haciendo referencia a la información que se había estado dando desde antes. Luego de leer estos mensajes el conductor del programa los agradecía diciendo "Bueno, es que nosotros también somos del palo del rock..." Todavía no sabía de que iba la cosa, pero incluso sin saberlo ésto me había parecido algo de muy mal tino: "¡Dios! -pensaba- ¡por qué no dícen que pasó en vez de tirarse flores!".
"Bueno, para los que recien se enganchen: hubo un incendio en el recital de Callejeros en República Cromañón en Once ayer a las 23:00, hay varios muertos"

No les voy a hacer el cuento de la sensibilidad social, la verdad es que durante el viaje a Gessel mi amigo y yo jodímos bastante sobre el tema. Recuerdo que salió al paso una anécdota sobre la vez que estábamos en la casa de un amigo mutuo y se había quemado su reproductor de DVD. Mi amigo contaba que el había estado en el lugar de los hechos unas pocas semanas antes viendo a Paul Di'Anno (el es fanático de Iron Maiden), que era un lugar muy caluroso. No se hicieron más comentarios que eso. Las colas para cargar gas, los grupos en los cassettes que iban desfilando por el estéreo del auto o el calor que hacía en la ruta fueron los temas de conversación más visitados del viaje.

Lo raro fue que para cuando llegamos a Gessell, Cromañón era el tema del que estaba hablando todo el mundo. E incluso en ese momento, nosotros lo tomábamos para la chacota. Y los muertos se seguían contando: 140, 155, 160, 170... A medida que el número crecía las ganas de hacer bromas sobre el tema disminuían proporcionalmente. Ninguno decía nada al respecto. En un momento habían llegado a los 180 (que por algún motivo parecía ser un número importante) pero después se dijo que no, que en realidad, la persona que habían contado como la víctima 180 en realidad no estaba muerta. Fue un alivio momentáneo. Al rato habíamos pasados de largo la cuenta de 180 cuerpos.

La noche del 31, mientras preparábamos la cena y hablábamos de la fiesta que iba a haber en la playa después del brindis, ninguno tenía demasiado claro que era lo que había pasado. Y cuando pasaba que el tema salía a la luz (casi siempre traído por la gente mayor que había entre los presentes) repetíamos como loros lo que habíamos escuchado hacía unos momentos antes en la televisón (en mi caso, la del lobby del hotel en el que estaba hospedado). "Yo escuché que había una guardería de chicos en el primer piso" "Sí, dicen que cuidaban chicos por $1" (...) "No, lo que pasó fue que la bengala prendió la media sombra, que prendió en las cortinas..." (...) "Parece que era un tres tiros"... y así, la charla terminaba en reflexiones del tipo "Esta juventud...".

Quizá ustedes vieron aquel episodio de Los Simpson en el que Homero y Flanders se escapaban a Las Vegas. Si no lo vieron no se pierden mucho, es de la época en la que los Simpson se empezaban a convertir en la porquería que son hoy. El capítulo en cuestión trataba de Homero Simpson instruyendo a un Ned Flanders que se daba cuenta que después de tanto tiempo no había sido capaz de disfrutar de la vida, en los caminos de la irresponsabilidad absoluta. En un momento, había un retador del peligro que iba a realizar una prueba de riesgo en moto. Este retador pedía un voluntario del público. Homero intenta hacer pasar a Flanders, que por supuesto tuvo miedo, por lo que terminaba ofreciéndose él mismo como voluntario, él que en ningún momento tuvo miedo. La prueba comenzaba. El tipo de la motocileta debía abrir una caja fuerte que tenía en la cabeza, para luego saltar por encima de Homero que estaba acostado en una plataforma y atravesar un aro de fuego. Para el momento en que debía pasar sobre Homero, ya tenía la abierta la caja fuerte y se sorprendía al ver a Homero levantado gritándole a su amigo entre el público "¡Hey, cuidado! No derrames mi cerveza!". Al ver esto el tipo pega un volantazo con la moto para no matarlo y termina estampándose el mismo contra una pared. Y mientras la cámara mostraba a Homero yendo a buscar su cerveza adonde estaba Flanders, en un segundo plano se ve a los médicos y las ambulancias que llegaban ayudar al accidentado. En ningún momento tuvo miedo, sabía que a él no le iba a pasar nada, que en todo caso las consecuencias de su irresponsabilidad las iba a sufrir otro, alguien a quien quizá ni siquiera conocía. Hay mucho de esto en nosotros argentinos. Por supuesto, no creo estar haciendo ningún descubrimiento revolucionario al decir esto.
La adolescencia prolongada al infinito: la inconsciencia, la casi total seguridad de que las normas en realidad son algo que está para molestar, y de que en todo caso, por ignorarlas una vez no va a pasar nada.
Y si pasara la culpa sería de otro. Porque también nos portamos igual a Homero cuando la vez que algo nos sale mala nosotros: entonces la culpa del accidente se la debe llevar un chivo expiatorio. Un chivo expiatorio que por otro lado, casi nunca recibe condena judicial. Y esto que puede parecer algo a ser visto como negativo quizá sólo sirve para prolongar esa actitud de indignación ante el hecho que justifica la inaccción ante el mismo. Prolongar la indignación por la no condena de tal o cual culpable, evita al mismo tiempo que nos tengamos que hacer cargo del problema. Supongamos que Chabán no faltaba al momento de tener que hacer su primera declaración. El tipo de hecho se presenta, declara y queda automaticamente detenido él, junto con los Callejeros y hasta el inspector municipal que hizo la vista gorda ante las evidentes deficiencias de seguridad que tenía el lugar. Todos y cada uno detenidos en el acto por una eficiente justicia. Que hubríamos hecho entonces? Quizá entonces, dios no lo quiera, habríamos tenido que dejar de lado el parloteo y hubiéramos tenido que hacernos cargo del problema real. Del grande, del que cala hondo.
De cualquier forma no temas querido lector, que esto no ha ocurrido y tú puedes seguir indignado, haciendo de cuenta que los debates de café en los que participas tienen alguna trascendencia, puedes seguir haciendo frívolos mea-culpas y puedes dormir tranquilo sabiendo que cuando llegue aquel día inexistente en que la condena se haga efectiva: Chabán, los Callejeros, Ibarra, el chico/a que tiró la bengala, el inspector que aceptó la coima o el Rock Chabón serán elegidos para arder en la hoguera por ese crímen.
Por supuesto esto no pretende ser una defensa de ninguno de los nombrados. Se trata más bien de desear de la posibilidad de tener ese descargo tranquilizador, el de poder señalar a alguien con el dedo y decir: Quizá seamos todos culpables por lo ocurrido, pero la carga de las responsabilidades que nosotros compartimos palidece ante el acto aberrante que han cometido estos individuos. Y entonces es cuando preguntamos a cada uno que tenemos oportunidad: "Vos, ¿quién crees que fue responsable por lo que pasó?"

Hoy venía pensando sobre algo en el colectivo: Cómo sería si en un momento particular, de repente, la suerte se nos acabara. Si los autos con la transmición mal hecha de repente no pudieran frenar los semáforos en rojo. Si el conductor matara varias personas cada vez que se parara encima de la senda peatonal. O si las instalaciones eléctricas empezaran a explotar por estar hechas con materiales de una calidad pobrísima. Lo mismo con todos los edificios diseminados por ahí que no tendrían que haber sido habilitados nunca. Imagínen los balcones cayéndose gracias a que el ingeniero que aprobó los planos estaba demasiado deprimido como para tomarse la molestia porque Racing había perdido la noche anterior, y no revisa el cálculo de los materiales. No es algo tan descabellado de imaginar.
Estoy pecando de alarmista lo sé, pero al fin de cuentas es verdad: en este país... en esta ciudad, el apocalipsis está a sólo un mal día de distancia.

Si bien esto podría pasar en cualquier otro lado, en ningún otro lado los organismos que forman la sociedad son capaces de pasar por alto tantos errores, tanta negligencia. En realidad lo pensaba porque creía que si alguna vez pasaba algo así, los sobrevivientes se darían cuenta de que en éstas cuestiones no se debería dejar nada librado al azar y que es responsabilidad de todos asegurarnos de que esas cosas no sucedan. Pensé eso por un instante. Después me dí cuenta de que lo más probable era que si pasaba algo así, los sobrevivientes estarían demasiado ocupados yendo a exigir indemnizaciones al Estado como para poder aprender algo del incidente.
# posted by RexPOP @ jueves, febrero 17, 2005




















































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